Decant Oxygene Homme de Lanvin

(1 valoración de cliente)

Rango de precios: desde $1.990 hasta $6.990

IVA incluido

Oxygene Homme de Lanvin es un perfume perteneciente a la familia olfativa Aromática orientado para el público masculino. Oxygene Homme de Lanvin es una creación de Alberto Morillas lanzada en el año 2001. Dentro de sus características principales tenemos;

Notas de Salida: ciprés, resina de abeto, cilantro y abrótano
Notas de Corazón: enebro de Virginia y mirto
Notas de Fondo: cedro y almizcle blanco
Concentración: Eau de Toilette
Estilo: Masculino – Fresco – Limpio – varonil – Outdoor – Oficina
Recomendación de uso: Verano – Primavera. Dia 100% recomendado. Noche 40% recomendado.
Perfumista: 

¿Qué dicen algunos reseñadores de Oxygene Homme de Lanvin?

 

 

 

 

 

 

Descripción de Oxygene Homme de Lanvin

 

 

Oxygène Homme (Lanvin, 2001) — la elegancia de un bosque en silencio

Hay fragancias que entran con ruido… y otras que aparecen como una puerta entornada en un pasillo oscuro: no empujan, invitan. Oxygène Homme se comporta así. La primera impresión no es un golpe, sino un aire frío y limpio que parece atravesar un bosque mediterráneo al amanecer, cuando la resina aún “respira” en la corteza y la sombra conserva un rastro mineral. Uno siente que aquí hay un secreto: una masculinidad serena, contenida, casi clínica en su pulcritud, que se vuelve más intrigante cuanto más se intenta describirla.

 

 

 

 

Pirámide olfativa con fundamento técnico

En perfumería, la llamada “pirámide” no es un adorno: describe la secuencia de volatilidad. Las notas de salida están formadas, por lo general, por moléculas más ligeras y volátiles; dan el impacto inicial y se evaporan antes. Las notas de corazón construyen el cuerpo. Y las notas de fondo aportan sustantividad y fijación, sosteniendo la estela y estabilizando el conjunto.

 

 

 

 

 

Acto I — Notas de salida (impacto y claridad, 15–30 min aprox.)

 

CIPRÉS, RESINA DE ABETO, CILANTRO Y ABRÓTANO (ARTEMISIA).

Ciprés: abre con un perfil amaderado-aromático y fresco, de matiz conífero, muy masculino, que “peina” la composición y le da verticalidad. En términos de materia prima, su carácter terpenado y limpio funciona como un arranque seco y sofisticado, evitando la dulzura fácil.

Resina de abeto: aporta el efecto “bosque” con una faceta balsámica-resinosa, como savia tibia y aire húmedo entre pinos. No solo agrega profundidad temprana: también crea una sensación envolvente y natural, casi táctil, que prepara el terreno para el corazón.

Cilantro (semilla): aquí no es cocina; es perfumería fina. Da un destello especiado-fresco, ligeramente cítrico y amaderado, que añade energía sin estridencia, como la chispa verde que hace que todo se sienta más “vivo”.

 

 

 

Abrótano / Artemisia: introduce una sombra elegante: un herbal amargo y fougère, con ese filo aromático que recuerda a vermut o absenta (no por el alcohol, sino por el gesto botánico). Es la nota que aporta misterio: corta la limpieza con una insinuación seca, adulta. En conjunto, esta salida encaja con lo que describe la literatura técnica: un impacto inicial (a menudo cítrico/verde) que suele durar en torno a 15–30 minutos antes de ceder el protagonismo al corazón.

 

Si quieres comprender esta apertura como lo haría un perfumista, pruébala en piel en un decant y observa el cambio exacto entre minuto 5 y minuto 25: ahí está el “truco” de Oxygène Homme.

 

 

 

 

 

 

 

Acto II — Notas de corazón (cuerpo y carácter, 3–4 h aprox.)

 

ENEBRO DE VIRGINIA Y MIRTO

Enebro: en perfumería es una herramienta para generar un acorde aromático seco, con una firma “gin-botánica” que suele asociarse a masculinos clásicos y a estructuras fougère/aromáticas. Aporta nervio, limpieza y un picor sutil que mantiene la fragancia erguida y sobria.

Mirto: suma una frescura verde, nítida y ligeramente alcanforada, con un brillo herbal que despeja la composición y refuerza la idea de “oxígeno”. Además, su faceta aromática encaja como corazón refinado: no grita, ordena.

 

 

 

 

 

Técnicamente, el corazón es donde el perfume “se explica”: suele durar varias horas y da el cuerpo reconocible (a menudo especiado/floral/cuero). En Oxygène Homme, ese cuerpo se expresa como aromático amaderado limpio, sin exceso ornamental.

 

 

 

 

 

Acto III — Notas de fondo (firma y persistencia, >4 h)

 

CEDRO Y ALMIZCLE BLANCO

Cedro: actúa como columna vertebral. En perfumería se valora por su cualidad de base y fijación, aportando un amaderado seco de gran tenacidad. Su efecto puede recordar al trazo nítido de madera (limpia, estructural), que sostiene el conjunto sin volverlo pesado.

Almizcle blanco: es el “pulso” final: limpio, suave, moderno. A nivel técnico funciona como fijador y armonizador, ayudando a estabilizar la fragancia y a prolongar su vida en piel, además de suavizar transiciones entre notas.

En la bibliografía técnica, las notas de fondo (a menudo almizcles/ámbar) son las que aportan sustantividad y pueden durar más de 4 horas en piel: aquí esa idea se vuelve literal.

 

 

 

 

 

 

Experiencia de uso y contexto recomendado

 

Cuándo brilla: Oxygène Homme es especialmente convincente en contextos profesionales (oficina, reuniones, entrevistas) y en situaciones donde la elegancia debe ser impecable pero discreta. No es un perfume de exhibición: es un perfume de presencia.

Clima y estación: su arquitectura aromática-amaderada, con coníferas, herbalidad limpia y almizcle blanco, funciona de maravilla en primavera, entretiempo y días templados; también en invierno suave, cuando quieres frescura sin sensación acuática estridente.

Hora: mejor de día y primeras horas de la noche, cuando su nitidez se percibe como pulcritud. En noches muy cálidas puede sentirse más etéreo, más “camisa blanca” que “chaqueta”. (Lo ideal: test en piel y esperar el secado real.)

Vestimenta y estilo: combina con sastrería sobria, knitwear fino, gabardina, camisa de algodón, cuero limpio. Su firma pide líneas rectas: minimalismo, no exceso.

Perfil y edad sugerida: muy recomendable para quien aprecia masculinos clásicos limpios o aromáticos de corte formal. Encaja especialmente bien en 28+ (y también en amantes de vintage sobrio), porque su encanto está en la contención, no en la “fiesta”.

 

 

El misterio: por qué crea urgencia

 

Oxygène Homme no seduce por azúcar ni por estruendo. Seduce por otra vía: la del control. A cada minuto parece volverse más claro, más correcto… y, por eso mismo, más difícil de olvidar. Es el tipo de fragancia que deja una pregunta en el aire: ¿por qué huele tan bien algo que parece tan simple? Esa es su trampa elegante: una estructura corta, precisa, que se apoya en materiales con una lógica impecable de volatilidad y fijación.

Si te atrae esa clase de sofisticación silenciosa, pruébalo en decant y úsalo tres días seguidos en contextos distintos (oficina, tarde al aire libre, noche tranquila). En perfumes como este, el verdadero lujo es aprender a reconocer sus matices rápido… y pasar al siguiente descubrimiento con más criterio.

 

 

Dato histórico poco conocido, pero relevante

 

El “misterio” también está detrás del frasco: Alberto Morillas, la nariz de Oxygène Homme, es célebre por una trayectoria enorme, pero hay un detalle que explica su precisión: se le describe como autodidacta y se señala que entró en Firmenich en 1970 sin formación formal, firmando después éxitos mayores y fundando su propia casa, Mizensir, en 1999. Esa mezcla de intuición y disciplina técnica se siente en composiciones como esta: limpias, exactas, con una estructura que no se justifica con palabras… sino con sensaciones extraordinarias de engría. 
Y Lanvin, por su parte, arrastra una herencia de elegancia parisina que comienza en 1889, cuando Jeanne Lanvin abre su primera sombrerería en París: una historia de refinamiento que, curiosamente, encaja con la sobriedad de este “oxígeno” masculino.

Si te resuena, pruébalo en decant en Coleccionando Aromas y deja que te cuente su historia en tu propia piel.

 

 

 

 

Pirámide Olfativa de Oxygene Homme de Lanvin

 

 

 

 

 

 

Perfumista

 

Lanvin: herencia, símbolo y evolución

La historia de Lanvin comienza en 1889, cuando Jeanne Lanvin abre su boutique en París. Ocho años después nace su hija, Marguerite, musa absoluta de la casa. En 1907, madre e hija acuden a un baile de disfraces con atuendos a juego creados por Jeanne; aquella fotografía íntima se convierte en 1923 en el emblema de Lanvin: dos siluetas de túnicas largas —la niña coronada de flores—, un gesto de amor transformado en símbolo. Durante décadas, ese escudo, junto a la firma “Jeanne Lanvin”, sostuvo una idea de lujo sensible: artesanía, proporción y elegancia silenciosa.
Con el paso del tiempo, la maison amplió su universo —alta costura, prêt-à-porter, accesorios y perfumes— sin perder su hilo conductor: refinar sin estridencias. En 2001, la identidad visual se depura a un logotipo tipográfico sobrio, condensando su madurez contemporánea. Hoy, cada fragancia Lanvin sigue vistiendo la piel como Jeanne vestía a Marguerite: con ternura técnica y belleza que perdura.

La mañana en que se eligió el “oxígeno”

A las 6:30, Ginebra todavía no ha terminado de desperezarse. Morillas sí. Le gusta esa franja silenciosa: café, tiras olfativas, fórmulas, notas escritas a mano. Ese tipo de calma que no se comparte; se protege. Él mismo lo ha contado: la mañana es un terreno fértil para oler, corregir y escribir “muchas, muchas notas”, antes de que el día empiece a ensuciarlo todo con prisa.

En la mesa hay un documento breve —un encargo de casa de moda, no un poema— con una idea clara: crear para Lanvin un perfume masculino “simple y natural”, un soplo de aire fresco para hombres de ciudad, limpio, energizante, elegante sin teatro. Esa ambición, tal como se ha descrito históricamente, no pide artificio: pide “aire”.

Morillas no empieza por una lista de ingredientes; empieza por una imagen. Lo ha explicado con precisión: su proceso arranca con una emoción o una escena nítida (un color, una luz, un encuentro) y desde ahí imagina la fórmula; después, la escribe a mano, en papel, como gesto fundacional. Y cuando trabaja para otras marcas, interpreta su identidad y equilibra esa identidad con su propia visión.

Ese día, la película interna tiene un contraste deliberado: asfalto y coníferas, vidrio frío y savia tibia, ciudad y monte. Él mismo ha dicho que, antes de crear, necesita contemplación; que Ginebra le sirve para sintetizar impresiones y que la vista —montañas, jardín— alimenta esa etapa previa.

La elección cotidiana (y decisiva): qué huele a “aire” sin oler a “producto”

Cuando una marca pide “oxígeno”, el peligro es obvio: quedarse en lo abstracto. Así que el trabajo cotidiano se vuelve quirúrgico: oler materia por materia y decidir qué parte de la realidad va a entrar en el frasco.

En la fórmula final de Oxygène Homme —tal como se recoge en bases de datos de referencia— aparecen ciprés, resina de abeto, cilantro y abrótano (artemisia) en salida; enebro y mirto en el corazón; y cedro con almizcle blanco en el fondo.

Si uno “lee” esa selección como perfumista (más que como consumidor), se entiende la lógica:

  • Ciprés + resina de abeto: no cuentan “playa”, cuentan altura y respiración. Son materiales que evocan tronco, corteza, aire de bosque; traducen “fresco” sin necesidad de cítricos obvios.

  • Cilantro: aporta un destello especiado-verde que “enciende” la salida y evita que el conjunto se vuelva demasiado solemne desde el minuto uno.

  • Abrótano / artemisia: introduce el matiz adulto: herbal, seco, con una amargura elegante que da carácter (y, sobre todo, dirección).

  • Enebro + mirto: en el corazón, la sensación se vuelve más botánica y mediterránea, como matorral aromático rozando la ropa. En esa zona media se decide la “identidad” de la fragancia: ni dulce, ni frutal, ni ruidosa; aromática y controlada.

  • Cedro + almizcle blanco: en el fondo, la firma se limpia y se queda. El cedro estructura; el almizcle blanco da la pátina pulcra y persistente, una estela que parece recién salida de ducha, pero con hueso amaderado.

Y aquí entra lo cotidiano del oficio: probar, esperar, volver. Morillas describe un método casi contraintuitivo: trabaja en ráfagas muy cortas de concentración, escribe sensaciones como quien atrapa un sueño antes de perderlo, cambia de fórmula para refrescar la mente, y regresa una y otra vez. Dedica horas a seleccionar ingredientes y testear cuánto duran en piel; incluso vuelve a oler tras la cena y, sobre todo, en la mañana siguiente para evaluar el secado real.

En una fragancia que pretende ser “aire”, eso es clave: si te pasas de resina, pesa; si te pasas de herbal, amarga; si te pasas de almizcle, se vuelve detergente. La elegancia aquí no nace de añadir más, sino de quitar lo sobrante.

El momento en que el “oxígeno” se vuelve moda (sin perder el misterio)

Cuando la fórmula ya no discute consigo misma —cuando abre limpia, respira en aromáticos, y se apoya en un fondo pulcro— el perfume deja de ser experimento y se convierte en objeto: vidrio, metal, imagen.

Se ha descrito el frasco como azul, de diseño estructurado y refinado, con forma de elipse ultrafina; vidrio abajo, metal arriba, sugiriendo fuerza y ligereza a la vez.

Y la campaña refuerza el lenguaje visual de la época: hay registro de una campaña de Oxygène Homme (2001) con Daniel Schmickl como modelo y Steven Klein como fotógrafo, publicada en Numéro Homme FW 2001.

La historia, vista desde fuera, queda cerrada: Lanvin quería un “aire nuevo” para el hombre urbano; Morillas lo tradujo en un bosque controlado, con camisa blanca, y lo selló en azul.

Si quieres vivir esta historia como se evalúa de verdad una creación, pruébala en decant y repite el ritual de Morillas: aplícala por la mañana, olvida el nombre, y vuelve a olerla en el secado horas después. En Oxygène Homme, el misterio no está en el primer minuto: está en cómo se comporta cuando ya nadie está mirando.

 

 

 

 

Outfit recomendado para Oxygene Homme de Lanvin

 

 

 

Para Perfumeadictos

 

 

 

1 review for Decant Oxygene Homme de Lanvin

  1. Marcelo

    Un aroma precioso, casi Infravalorado o desconocido, los reseñadores hablan de otros de Morillas y dejan fuera este, que ya nos acompaña creo desde los años noventas.

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